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miércoles, 22 de septiembre de 2010

La degollación de san Juan Bautista.-29 de agosto

EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO AMEN

Para la Iglesia ortodoxa, san Juan Bautista, ocupa el primer lugar entre los santos, después de la virgen María, madre Dios y siempre Virgen, Juan es el precursor de Cristo, el mensajero que no es digno de desatarle las sandalias al maestro.
Las lecturas bíblicas veterotestamentales nos enseñan que la humildad nos engrandece, nos conduce a Dios, la reflexión concienzuda del libro de Proverbios nos dice que “El Señor es grande y es glorificado por los humildes”, estas palabras se enriquecen con lo que afirma el Apóstol san Pablo a Los cristianos Hebreos “se han acercado a Dios que es el juez del universo”.
La degollación de san Juan Bautista el precursor de Cristo a quien mando a matar el impío y sacrílego tetrarca Herodes Antipas, hijo de aquel Herodes llamado de Ascalonia que mato a los inocentes , refiere el sagrado Evangelio de esta manera: “Envió Herodes a prender a Juan , y le aherrojó en la cárcel por amor de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la cual se había casado : porque Juan le decía a Herodes: No te es licito tener por mujer a la que es de tu hermano . Por eso Herodías le armaba asechanzas a Juan y le deseaba quitarle la vida; pero no podía conseguirlo porque Herodes, sabiendo que Juan era aun varón justo y santo, le tenia y miraba con respeto y hacia muchas cosas por su consejo, y le oía con gusto. Más en fin, llego un día favorable al designio de Herodías, en que por la fiesta del nacimiento de Herodes, convidó a este a los grandes de su corte, y a los primeros capitanes de su tropas y a la gente principal de Galilea. Entro la hija de Herodías, bailó, y agradó tanto a Herodes y a los convidados, que dijo el rey a la muchacha: pideme cuanto quisieres, que te lo daré; y añadió con juramento aunque sea la mitad de mi reino: Sí: te daré todo lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino. Y habiendo ella salido, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Respondióle: La cabeza de Juan Bautista. Y volviendo al instante a toda prisa a donde estaba el rey, le hizo esta demanda: quiero que me des luego en una fuente la cabeza de Juan Bautista. El rey se puso triste: mas en atención al impío juramento, y a los que estaban con él a la mesa, no quiso disgustarla, sino que enviando a su alarbadero, mando a traer la cabeza de Juan en una fuente. El alarbadero, pues, le cortó la cabeza en la cárcel, y trájola en una fuente, y se la entregó a la muchacha, que se la dio a su madre. La cual sabido, vinieron sus discípulos, y cogieron su cuerpo, y le dieron sepultura.” (San Mateo, cap. v, v . 17-30)

Reflexión: Exclama aquí san Ambrosio, diciendo: ¡Cuantas maldades en un solo crimen! ¿Quién no pensara que el ir del convite a la cárcel era para poner en libertad al profeta? ¿Qué tienen que ver las delicias del festín con las sangrientas crueldades, y el alborozo de la orgía con el luto de la muerte? Y con todo, en aquella hora es degollado el santo profeta y es presentada en un plato su sagrada cabeza. Tal plato faltaba aquella crueldad feroz que no había podido hartarse con los otros manjares de la mesa. Mira, a oh rey sin entrañas, ese espectáculo digo de tu convite. Extiende la mano toma la cabeza y baña tus dedos con los arroyos de esa sangre bendita: y ya que tu hambre y tu sed de fiera sangrienta no han podido saciarse con tros manjares y con otras bebidas, bebe esa sangre que derraman aun las venas de esa cabeza cortada. Mira esos ojos sin lumbre que aun son testigos de tu crimen y se apartan para no ver las liviandades de tu orgía: que no tanto los cierra la muerte como el horror de tu lujuria. Esa boca de oro, cuyo lenguaje no podía sufrir, muda está y desangrada, pero es aun para ti harto temible.” Hasta aquí son palabras de san Ambrosio, las cuales se han puesto aquí, para que sea vea la horrenda maldad que puede cometer un hombre victima de la lujuria y del respeto humano.
Oración: Rogámoste, Señor, que en la venerable festividad de san Juan Bautista tu precursor y mártir, alcancemos los saludables efectos de tu divina gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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