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sábado, 24 de mayo de 2014

El encuentro en la fe.




La oración para el encuentro de dos grandes
Por Estephanos
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14, 1-12
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Santo Espíritu. Amíñ.
Queridos hijos, salud paz y bien les traigo de lejanas tierras del norte y la bendición apostólica del muy amado Obispo Don Yury Emigidiusz Ryzy. La Palabra no está atada y se esparce. En la lectura del Evangelio, se nos sugiere la  premura de Jesús, de reconocer su vuelta al Padre, para una entrega total hacia sus discípulos, donación que significa su Presencia misteriosa y  viva para siempre. La palabras dulce del Señor a Felipe, en su santa enseñanza, muestran la inmanencia de la Santísima Trinidad en el corazón que permite que haga morada en él,  habitáculo “vendremos a él y habitaremos en él” (Vers. 23). No se ama lo que no se conoce, porque  “el amor y el conocer van de la mano porque fortalecen la salud espiritual” (frase del Muy Rev Padre Archipreste Arcadio). La necesidad de conocer no pasa por la lógica o intelectual, el “conocer” radica en (según la definición de la Real Academia Española)  “advertir”, “experimentar, sentir” la presencia de Dios es en la vida de los demás,  presencia cautivadora que nos lleva a amar a  Dios. Que importante es saborear el entendimiento de los Padres del desierto, para “habilitar los oídos y nuestros ojos”, la fe ([i]) implica y requiere un tránsito de ardor y esfuerzo,  de ahínco, “oír y entender”.  En el amor verdadero que asiste al amado, una caridad audaz que cambia la realidad, convirtiéndonos en pasajeros de este mundo, en la aventura de la Cruz. Jesús murió por nosotros pero también vivió por nosotros, ya San Pedro en su primera carta nos dice que: “dejándoos ejemplo para que sigáis sus pasos” o “sus huellas”, Jesús es el camino de verdad y de vida  para llegar al Padre (Vers. 6). “Esta es la vocación y éste es el carácter propio de los discípulos de Jesucristo: abrazarse con la Cruz de su divino Maestro, copiar fielmente a este divino original  imitadle en la paciencia con que Él sufrió todos los agravios y las persecuciones” (San Cipriano. Pidamos a Nuestra Madre la Doncella María que lleve nuestras oraciones al Pantocrator, a tener una fe  firme, apasionada en el espíritu, en el celo de Dios, buscando a Jesús siempre a Jesús rodando la piedra del sepulcro. “Sabéis el camino” (Vers. 4), dice el Señor, ¿Qué mas podemos agregar a este Evangelio? El camino ([ii]) es Jesús mismo (ves 6) no sólo en cuanto señala a la Ley de caridad que nos lleva al cielo, mandamiento nuevo, propio de los tiempos que empiezan,   sino en cuanto que los méritos de Jesús aplicados a nosotros, nos trae las mismas bendiciones que le corresponde al Primogénito (Rm 8, 29).   Recordamos las palabras del Archipreste Arcadio, “sed santo, soy santo”, indicativo del estilo de vida del sacerdote, de fe de pescador pasamos a una fe de apóstol ¿porqué? Porque esta fe ingenua se afianza en la mirada a Jesús, que hace de la misión del Reino nuestra santa preocupación en Dios y sobre
 El mensaje que propaga Francisco De la Caridad no se basa sólo en pactos humanos que son efímeros, sino en el compromiso concreto del respeto, en la naturaleza del hombre afianzada y en su dignidad inalienable de persona creada por Dios.







[i] De la Caridad Francisco: siempre anima a nutrirse con las Palabra, en la fe activa y sobrenatural. Lo importante no es lo que se ve con los ojos físicos sino en el espíritu. Buscar la espiritualidad en Dios para usar correctamente las energías.
[ii] “Camino” (véase Hechos de los Apóstoles 9, 2; 16, 17; 18, 25–26). 4. Pero no llegaron a conocer el camino. El camino, que es tu Verbo, por quien hiciste lo que ellos cuentan y a los que lo cuentan y el sentido con que perciben lo que cuentan y la inteligencia con que sacan la cuenta; y tu sabiduría no tiene número (Sal 146:5). Tu mismo hijo unigénito se hizo para nosotros sabiduría y justicia y santificación (1Co 1:130), fue contado entre nosotros y pagó tributo al César (Mt 22:21). No conocieron el camino para descender desde sí mismos hacia él para poder ascender hasta él. Ignorando pues este camino se creen excelsos y luminosos como los astros, cuando en realidad se han venido a tierra y se ha oscurecido su corazón (Rm 1:21). Confesiones de San Agustín.Libro V. Cáp III

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