Homilía de Navidad de nuestro queridísimo Padre San Juan Crisóstomo.
(Traducción libre del Archieparca de la Iglesia Ortodoxa
Bielorrusa Eslava, Francisco De la Caridad, fundador de la “Hermandad de
los Nazareos”)
¡Me sorprende un nuevo y maravilloso misterio!
Mis oídos resuenan
ante el canto de los pastores, que no
entonan una melodía común, sino un himno celestial ensordecedor.
¡Los ángeles cantan!
¡Los Arcángeles unen sus voces en sintonía!
¡Los Querubines realizan
sus alabanzas llenos de gozo!
¡Los Serafines enaltecen Su gloria!
Todos se unen para
alabar en esta santa festividad, sorprendiéndose
ante el mismo Dios aquí... en la tierra y el hombre en el cielo. Aquel que
está arriba, por nuestra salvación reposa aquí abajo; y nosotros, que estábamos
abajo somos exaltados por la divina misericordia.
Hoy Belén se asemeja a
los cielos, escuchando desde las estrellas el canto de las voces angélicas y,
en lugar del sol, presencia la aparición del Sol de la Justicia (Is 9, 6). No
pregunten como es esto, porque donde Dios desea, el orden de la naturaleza es
cambiado. Porque Él quiso, tuvo el poder para descender. Él salvó. Todo se
movió en obediencia a Dios.[i]
Hoy, Aquel que es,
nace. Y Aquel que es, se convierte en lo que no era. Porque cuando era Dios, se
hizo hombre sin dejar de ser Dios...
Y así los reyes
llegaron, viendo al Rey celestial que vino a la tierra, sin traer ángeles, ni
arcángeles, ni tronos, ni dominaciones, ni poderes, ni principados, sino
iniciando un nuevo y solitario camino desde un seno virginal. Y sin embargo no
olvidó a sus ángeles, no los privó de su cuidado, porque por su encarnación no
ha dejado de ser Dios.
Y, miren: los reyes
han llegado, para servir al Jefe de los ejércitos celestiales; las mujeres
vienen a adorarlo, pues ha nacido de una mujer, para que cambie las penas del
alumbramiento en gozo; las vírgenes, al hijo de la Virgen...
Los niños vienen a
adorarlo pues se hizo niño, porque de la boca de los niños perfeccionará la
alabanza; los niños, al niño que levantó mártires por la matanza de Herodes;
Los hombres a Aquel
que se hace hombre para curar las miserias de sus siervos.
Los pastores, al Buen
Pastor que da la vida por sus ovejas; los sacerdotes, a Aquel que se hace Sumo
Sacerdote según el orden de Melquisedec.
Los siervos, a Aquel
que tomó la forma de siervo, para bendecir nuestro servicio con la recompensa
de la libertad (Fil 2, 7); Los pescadores, al Pescador de la humanidad; Los
publicanos, a Aquel quien estando entre ellos los nombró evangelistas;
Las mujeres pecadoras
a Aquel que entregó sus pies a las lágrimas de la mujer arrepentida, y para que
pueda abrazarlos también yo; todos los pecadores han venido, para poder ver al
Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo.
Por eso todos se
regocijan, y yo también deseo regocijarme. Deseo participar de esta danza y de
este coro, para celebrar esta fiesta. Pero tomo mi lugar, no tocando el arpa ni
llevando una antorcha, sino abrazando la cuna de Cristo.
¡Porque ésta es mi
esperanza!
¡Ésta es mi vida!
¡Ésta es mi salvación!
¡Éste es mi canto, mi
arpa! Y trayéndola en mis brazos, vengo ante ustedes habiendo recibido el poder
y el don de la palabra, y con los ángeles y los pastores canto:
¡Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!
Natividad de Nuestro Señor
[i] Francisco De la Caridad:
“Dios
incluso puede cambiar el orden de las cosas, las leyes del universo, pero en
ese mimo orden no lo hace, para
Dios todas las cosas son posibles, menos
hacer el mal.” (en una conferencia en el
año 2012, a los obispos de la confraternidad de Iglesias)
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