Santo Tomás, el santo confirmante
“El camino de Emaús es el camino de la vida cristiana.”
Luke 24:12-25 #113.
Matinal Gospel 5 Lucas 24:12-25 # 113.
Matinal 5 Evangelio
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, Amíñ.
En el
santoral de la Santa
Iglesia Ortodoxa se festeja al Santo Mártir Caliopus, Nuestro
Padre Jorge, Obispo de Malta.
April 7 / 20. St . George, Bishop of Mitylene. Martyr
Calliopus at Pompeiopolis in Cilicia . Martyrs
Rufinus deacon, Aquilina, and 200 soldiers at Sinope. St. Serapion of Egypt , monk.
St. Daniel, abbot of Peryaslavl-Zalesski. St. Nilus, abbot of Sora. St. Leucius,
abbot of Volokolamsk. Opening of the Relics of St. Serapion, Archbishop of Novgorod . Repose of
Schemamonk Agapitus the Blind of Valaam (1905).
En la Iglesia Ortodoxa
Copta: Saint Aphraates, eremita en Siria (390)
Lecturas
bíblicas Iglesia Ortodoxa: 7 Tercero (Fiesta Santa Cruz) Carta a los Hebreos 4:14- 5:6; Santo evangelio: según San Marcos
8, 34- 9:1
Lecturas
bíblicas: Iglesia Católica Romana: Hch
5, 12-16 / 117 / Ap 1, 9-11a.12-13.17-19 / Jn 20, 19-31
En la Iglesia Católica Romana, se celebra a San Juan Bautista
de la Salle ,
presbítero.
El nombre de Santo
Tomás, se encuentra inscripto en los comunicantes, en la conmemoración de los mártires más ilustres,
asociando, en torno al altar del sacrificio, la iglesia triunfante a las
alegrías, a los cantos, a las súplicas de la iglesia militante. Aquí está toda
la creencia de la comunión de los santos. Los fieles desempeñan, a través del
sacerdote celebrante, profesan el estar en comunión con Cristo, en comunión con
los hermanos esparcidos por toda la tierra, en comunión con los hermanos
glorificados en el cielo. Unidos en
una misma comunión, en amor en la unidad del Santo Espíritu, celebrando la memoria en primer lugar de la
gloriosa siempre Doncella María, Madre
de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo, y además de los bienaventurados
apóstoles mártires tuyos Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Temas,
Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente,
Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián y
de todos tus santos; por cuyos méritos y oraciones concédenos el ser en todas
las cosas ayudados por tu protección. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amíñ. En
Roma, el más antiguo recuerdo, el diptico se leía según el papa Inocencio I (416), se lo admite dentro de la anáfora; pero es muy
dudoso si este puesto era el original o,
en cambio, una derivación oriental.
Podemos
afirmar, con acierto que santo Tomás, es el santo confirmante por excelencia,
comúnmente se lo presenta como el que “duda”,
pero una lectura detenida del texto sostiene que su confianza y fe se basa en
ver a Jesús. Nótese, que los demás apóstoles también en su preocupación fueron
incrédulos, incluso ante las palabras de Santa María Magdalena, que vio al
Señor fuera de la tumba y la rueda corrida. Y a ello apunta San Lucas
(24:36-43) haciendo ver que Cristo resucitado se aparece a los apóstoles y
“come” con ellos, y les manda que lo reconozcan, que lo identifiquen: “Ved mis
manos y mis pies. Soy yo mismo. Un espíritu no tiene carne y huesos como veis
que Yo tengo” (v.39). Esto responde a que ellos “creían ver un espíritu”
(v.37), pues se apareció de súbito en medio de ellos, sin abrir las puertas
(cf. San Juan 20:19). San Lucas se complace en referir esto con un climax de realismo. Así dice: “Como
siguiesen incrédulos” (v.41), les pide de “comer,” y dándole ellos un “trozo de
pez asado,” lo “tomó y comió delante de ellos” (v.41.42). Si, esta
lectura de este santo varón Tomás, nos enseña que la creencia se basa en la total confianza y firmeza en
esperar sin ver. No se quiere decir que el ver o confirmar es incorrecto,
El Señor dijo “feliz es el que cree sin ver”,
su enseñanza es ir a La montaña, desde
la perspectiva de Dios, llevar su
pensamiento a lo divino y rezar. Podemos afirmar que la fe de los apóstoles
incluida la de santo Tomás, es probada y evaluada, el suceso que se complementará con lo sucedido en el mismo lugar a los ocho
días con la presencia del entonces ausente e incrédulo Tomás. Este, al saber la
aparición del Señor a sus compañeros, no lo creyó, y exigió para creer “meter
su dedo en la llaga de los clavos y (su) mano en el costado” del Señor (v.25).
Nuevamente se repite la aparición del adorado Señor estando también las
“puertas cerradas” (v.26), e invita amablemente a Santo Tomás a cumplir su exigencia para ver y creer.
Es
la fe (II Pedr. 1, 7), el crédito que damos a los misterios revelados; es la
confianza que tenemos en la eficacia salvadora de la Redención ; es, como dice
San Bernardo, el aplicarnos verdaderamente a cada uno de nosotros, el valor de la Sangre de Cristo. Es esta
una verdad muy sobrenatural, que difícilmente admitimos la bastante en la
realidad de nuestra vida espiritual.
Hay un climax de realismo y el hecho que insista no va
contra el destacar y reclamar en estos detalles, en nada va contra la
historicidad de los mismos.
Con el método exacto de la ciencia sólo
podemos alcanzar un sector muy reducido de nuestra vida humana: ¿cuándo ha sido
medible la confianza? ¿Cuándo ha sido demostrable el amor? Quien exige que se
le demuestre la resurrección (pues también él “quería creer”) comete el mismo
trágico error. De ahí, pues, la necesidad que todos
tenemos de ser probados en la fe: para que la comprobación de nuestra
impotencia e insignificancia nos enseñe a recurrir al Padre Celestial, y a
poner en Él toda nuestra confianza, por los méritos de su Hijo Jesucristo.
Véase Mat. 6, 33.
Porque
el cristiano cuya fe no es viva, el que no se siente justificado por los
méritos de Cristo que se le aplican mediante esa fe (Ef. 2, 8), incurrirá en
uno de los dos extremos: o la tremenda desesperación, inquietud, considerándose
indigno de justificarse en Cristo y no teniendo quien lo salve, o la detestable
presunción del que se cree con derecho suficiente para salvarse por su solo esfuerzo.
el riesgo de creer o no creer en el sencillo
Como en el
caso de San Pedro que dudó, 'Señor, si eres tú mándame ir sobre las olas',
lleno de fe se dirige al Maestro y
comienza a hundirse y el Señor le extendió la mano, ¡y eso que su mirada lo
enfocaba a Él! pero la totalidad del
“espectáculo” de los elementos le hizo tener temor e inquietud.
¿Cuál
es el punto intermedio? Las olas, el relámpago y el viento, El viento, las cosas de la vida que parecen
tanto que nos asusta y parece que así nos afecta. No vemos las olas. Nos fijamos en el
viento.
Y vio el viento fuerte. Vio las luchas
y tuvo miedo. San Pedro tenía las mejores intenciones, recordemos también el
episodio en la primera barca que
comenzaba a llenarse de agua, cuando el Señor estaba dormido, lo sacudían sus
Apóstoles, “Señor nos hundimos”, son
mortales, simplemente se olvidaron de
este episodio.
Nuevamente preguntamos ¿cuándo ha sido medible
la confianza? ¿Cuándo ha sido demostrable el amor? Quien exige que se le
demuestre la resurrección (pues también él “quería creer”) comete el mismo
trágico error. También tenemos que evitar caer en el extremo contrario, en un
escepticismo histórico o en un desinterés histórico total como el propugnado
por Bultmann.
Aquel que acoge el Evangelio de la
resurrección en la fe. Quien acepta este riesgo sabe y confiesa que
verdaderamente Cristo ha resucitado. ([i])
Para el que se hace pequeño y confía en Dios, esa
prueba se reduce a casi nada, pues, como dice Santo Tomás, el segundo fruto de la Palabra divina, después de
darnos la fe, es darnos también el desprecio del mundo, por donde resulta que
nuestro corazón, ya no se aflige, y más bien se goza, ante la insensata burla
de los hombres.
Entonces
comprendemos que el yugo de Jesús es suave y su carga ligera, (Mat. 11, 30),
tan suave, que nos alivia en vez de pesar (ibid., 29).
Estos hechos exigen una lógica conclusión:
Cristo ha resucitado. Y esta adhesión, este “riesgo” es implícito a todo lo que exige un acto de creencia racional, es lo que da la
fe. La quietud, el enfocarse es el esicasmo indica la calma, la paz interior que es
considerada como ideal de la vida monástica y por la que se lucha durante una
entera existencia (según de Evagrio el Monje).
Santo Tomás es muy importante, se lo relaciona con
el cuerpo gobernante de los Apóstoles. En la
tradición de la Asunción
corporal de la Madre
de Dios, en la
Iglesia Ortodoxa. Es creencia
en la asunción de Su cuerpo después de ser sepultado. Esta enseñanza está
expresada en el contenido litúrgico de la fiesta de la Dormición de la Madre de Dios, y al mismo
tiempo en la Confesión
del Concilio de patriarcas orientales en Jerusalén, en el año 1672. San Juan
Damasceno en la segunda homilía de la Dormición relata, que una vez la emperatriz
Puljeria (siglo 5), al construirse un templo en Constantinopla, pidió al
patriarca Juvenal de Jerusalén, participante en el Concilio de Jerusalén, las
reliquias de la
Santísima Virgen María para colocarlas en el templo. Juvenal
le respondió, que conforme a la antigua tradición el cuerpo de la Madre de Dios fue llevado al
cielo y unido a esta respuesta, el conocido relato de como los Apóstoles son congregados en junta en forma milagrosa en el
sepelio de la Madre
de Dios, después de la llegada de Santo
Tomás, fue abierto el sepulcro y en él no se encontró Su cuerpo e
inmediatamente fue revelado a los Apóstoles que el mismo fue llevado al cielo.
Crónicas eclesiásticas, que dan testimonio del mismo tema, pertenecen a un
tiempo posterior (no antes del siglo VI) y la Iglesia Ortodoxa
con todo respeto a ellos no les ha dado significado de fuente dogmática. La
iglesia, aceptando la tradición de la Asunción corporal de la Madre de Dios, no refirió y
no refiere esta piadosa tradición a las doctrinas fundamentales o dogmáticas de
la fe cristiana.
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