Su Betitud Athanasios
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Doble de 1ª clase, con Octava.- Ornamentos blancos.
Estación en Santa María la
Mayor
Recopilación Fr + Estephanos
El Domingo de Pascua es el día verdaderamente grande y
esplendoroso de la Iglesia de Dios. La idea de triunfo de Cristo sobre sus
enemigos lo llena todo. Todos los textos del rezo litúrgico y de la misa son
gritos de victoria, reforzados por repetidos y jubilosos aleluyas. Esta pascua
es como la primavera de las almas: en ella se renueva todo, y sobre todo se
robustece la fe, la esperanza y la caridad. Haber resucitado hoy Cristo es dado
al mundo, creyente o no, la forma mas autentica de la verdad de su religión y,
por lo tato, de la divinidad de su Iglesia.¡al Cordero vencedor y para siempre
glorificado ,sea hoy y para siempre glorificado, sea hoy y siempre, todo honor,
gloria , alabanza y bendición!
La fecha de la Pascua es una
desavenencia que se presentó en el gobierno del Emperador Constantino,
amenazando la paz del imperio. Corría el año 324, y el emperador veía amenazada
la tranquilidad de los cristianos con la fecha de la Pascua y la segunda, una
disputa entre Alejandro, obispo de Alejandría (312-327), y su erudito y
elocuente presbítero, Arrio.
La
alegría de las celebraciones de Pascua,
todas estas manifestaciones típicas del cristianismo ruso declaraban
elocuentemente la determinación del pueblo de Rusia a santificar la vida
nacional y elevarla a la santidad y al amor fraternal.
Para un
ruso de ese período, no hay duda en su
coherencia y testimonio, siendo una
persona consagrada que expresa sus alegrías y pesares de una manera siempre acorde
con su religión, como estilo de vida, de fe, en la práctica, de la regulación de su dieta, en conmemoración de los acontecimientos
en la Nueva Alianza, enfrentándose a la
muerte, con una buena conciencia como
persona dispuesta a comparecer ante su Juez y Salvador, y desempeñando, desde
su primero a su último aliento de vida, un papel como colaborador en el drama cósmico de la redención. Ser
portador de Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua
El
rito de San Gregorio primero se utiliza
en tres ocasiones únicamente, el día de Navidad, la Epifanía y Domingo de Pascua
Por
esto, las lecturas de la Noche Pascual,
celebración de la creación nueva en Cristo, comienzan con el relato de la
creación; de igual modo, en la liturgia bizantina, el relato de la creación
constituye siempre la primera lectura de las vigilias de las grandes fiestas
del Señor. Según el testimonio de los antiguos, la instrucción de los
catecúmenos para el bautismo sigue el mismo camino (cf. Aeteria, pereg.
46; S. Agustín, catech. 3,5).
En
el año hay dos períodos en que se cambia el ritmo de la vida de la Liturgia, es
en Cuaresma y Pascua de Resurrección. La
música, las instrucciones e incluso la estructura de cada oficio. Los servicios
de Cuaresma son largos y penitenciales, acompañados de arrodillamiento y
postración. Sin embargo, la celebración de la
Pascua contó siempre con una cierta preparación, consistente en una meditación
en un ayuno de dos o de tres días de
duración. La Pascua, celebrada con un gozoso sentido de mente
de victoria, contrasta agudamente con la austeridad. La Cuaresma que celebramos es una síntesis de un triple
itinerario ascético y sacramental: la preparación de los catecúmenos al
bautismo, la penitencia pública y la preparación de toda la comunidad cristiana
para la Pascua. En la Cuaresma, Los ortodoxos no se arrodillan durante las
seis semanas que siguen a la Pascua, y la música y los himnos reflejan la
triunfante, y victoriosa resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
La Iglesia
rusa celebra los maitines de Pascua a medianoche, y la atmósfera especial
de júbilo creada en esa ocasión no tiene comparación en la experiencia de otras
iglesias cristianas. Presenciar este servicio es darse cuenta de por qué la
Iglesia ortodoxa es descrita a veces como la Iglesia de la Resurrección.
Este
énfasis sobre la reconciliación y el perdón se expresa también en un himno que
se canta durante los maitines de Pascua:
“Este es el día de la Resurrección: Hermanos, abracémonos unos a otros, y
perdonemos a los que nos odian, e iluminados así por la festividad, exclamemos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos, pisoteando a la muerte con la muerte
y dando vida a los que estaban en las tumbas.”
El
Pentikostarion, es el libro que cubre
que cubre la estación de Pascua.
Muy pronto se establecieron fiestas conmemorativas de los
principales acontecimientos de la vida de Jesucristo, de modo especial su
Misterio Pascual que es el centro de todo el año litúrgico (v.), formado
principalmente por los ciclos litúrgicos de Adviento (v.)-Epifanía (v.) y
Cuaresma (v.)-Pascua (v.) en los que tiene una importancia grande la vida y
obra de J. En esos ciclos litúrgicos se conmemoran los misterios de Navidad
(v.), Epifanía (v.), Bautismo de J. (v.), su Pasión, Muerte (v. SEMANA SANTA),
Resurrección (v.) y Ascensión a los cielos (v.).
El
fuerte sentido corporativo
del Oriente cristiano hace que a los miembros de la Iglesia les sea fácil considerar su participación en el culto como participación
en la vida de toda la congregación.
La fraternidad es una
característica, definida como un estilo de vida, con un espíritu de familia
cuyo modelo es el Hogar de Nazaret. Esta característica ha estado en la iglesia
desde el principio, en Juan 17, 21 nos dice: “que todos sean uno, como Tú,
Padre, en mí , yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el
mundo crea que Tú nos has enviado”; y
más adelante en Hechos de los Apóstoles , nos menciona acerca de la
primeras comunidades cristianas, que compartían los bienes, la oración, las
enseñanzas y la Eucaristía
( cfr. Hech. 2,42-47).
Llegan a
la Liturgia como invitados a un banquete, en el que los santos ocupan el lugar
de honor. Esta actitud explica la presencia de tantos iconos. Mediante estos
signos visibles, el cristiano desea recordar a sus invisibles ancestros, y su
primer acto cuando entra en la iglesia es saludarles ofreciendo una vela
encendida, como símbolo de amor y memoria de sus antepasados, besando reverentemente el icono. Las
costumbres corresponden a la antigua salutación griega del
beso de paz, que todavía es intercambiado por los ortodoxos en el
servicio de la noche de Pascua de Resurrección, y por el clero en
todas las celebraciones de la Eucaristía.
Antes de
la recitación del Credo, el celebrante exhorta al pueblo: “Amémonos los unos a los otros para que unánimemente podamos confesar.”
Estas palabras significan que la caridad es indispensable para una adecuada
confesión de fe ortodoxa; por tanto, mientras se canta el Credo, los
celebrantes se dan unos a otros el beso de paz y dicen: “Cristo está en medio
de nosotros.” En las Iglesias orientales, entre los coptos, los armenios y los
jacobitas, el beso de paz se intercambia también entre los seglares, pero entre
los ortodoxos bizantinos se practica sólo una vez al año, en Pascua de Resurrección.
Este
constante recordatorio de que un cristiano es un ser humano que vive en paz y
unidad con su prójimo crea el vínculo, la solidaridad moral entre los ortodoxos
y contribuye a abierta hospitalidad e inclinación a compartir los recursos
materiales con los menesterosos, que son algunas de las características de los
cristianos orientales, la generosidad. La caridad privada no excluye, sin
embargo, otras expresiones mejor organizadas de preocupaciones, y los
hospitales, orfanatos, hogares para los pobres y los ancianos han sido siempre
generosamente dotados por los ortodoxos. A veces estas instituciones se
adhieren a comunidades religiosas; a veces, son independientes.
En contraste con su hermano occidental, vivamente consciente de su
deber de venerar a Dios, el ortodoxo acentúa el gran privilegio de unirse a la
gloriosa compañía de los santos cuando va a la iglesia. Se es conciente que se
es servidor y colaborador con su estancia en la Casa del Señor al estar solo unos minutos o de unas ocas horas, sólo se realiza una inadecuada contribución al
incesante culto de adoración, alabanza y honra de toda la Iglesia de Cristo.
Todos los de la congregación son igualmente indignos de estar presentes, pero
todos son igualmente bien recibidos por su amante Padre Celestial y por
aquellos hermanos y hermanas que nos
precedieron ya en la alegría de la vida
eterna.
El sentido cristiano de la muerte es revelado a la luz del Misterio pascual
de la muerte y de la resurrección de Cristo, en quien radica nuestra única
esperanza. El cristiano que muere en Cristo Jesús "sale de este cuerpo
para vivir con el Señor" (2 Cor 5,8).
Es este sentido de ser miembro de una familia,
con estilo, pensamiento, costumbres, el
que engendra la informalidad de la conducta individual. El sacerdote y el
laico, El príncipe y el mendigo, el rico y el pobre, el sano y el enfermo, el
ciudadano respetado y el paria, todos ocupan su lugar en este banquete y ninguno pide un
puesto de autoridad y honor, pues tal puesto pertenece sólo a los santos. El
calor, el gozo y el espíritu de familia, en la fraternidad del culto oriental
figuran entre sus inigualables realizaciones, y se derivan de la actitud
comunitaria de respeto, solidaridad y generosidad hacia los servicios litúrgicos.
En la mesa
pascual
domina durante toda la semana la paskha
que es una pirámide hecha de queso fresco y dulce y pastel de especias redondo;
y el “kulich”, rodeado de huevo le colores, que nos recuerdan
a los cristianos un milagro asociado con María Magdalena, en cuyas manos un
huevo se tornó rojo en prueba de la Resurrección.
La rica
variedad de costumbres y ritual que aún se halla en uso entre los cristianos
orientales, la presencia de los iconos en sus hogares, ante los cuales dice la
familia sus oraciones, son edificantes no sólo para los niños, sino también
para los adultos, que se acuerdan de que pertenecen a la comunidad cristiana,
unidos por su creencia en la Encarnación.
La
contemplación es una comunión de amor portadora de vida para la gran multitud
de fieles, en la medida en que se acepta vivir en la noche de la fe. Esa noche pascual de la resurrección pasa por la de la
agonía y la del sepulcro. Son tres tiempos fuertes de la Hora de Jesús que su
Espíritu (y no la "carne que es débil") hace vivir en la
contemplación. Es necesario consentir en "velar una hora con él" (cf Mt 26, 40).
Con los
años aumento la tendencia, a una
participación más frecuente del sacramento de la Divina Eucaristía. La mayoría
de los cristianos orientales lo reciben todavía sólo tres o cuatro veces al
año, y algunos solamente una vez, antes de Pascua de Resurrección. El tercer mandamiento
("recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua") garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la
Sangre del Señor en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana
Sin
embargo la asistencia a la Eucaristía sin comulgar es, por lo tanto, la práctica
usual de los cristianos orientales, que consideran que la participación en este
misterio mediante la oración es elevadora y purificadora. Al final del servicio,
cada miembro de la congregación recibe un trozo de pan bendito, pero no consagrado,
y esto se acepta como participación en el gran servicio (antídoron)
Luego se
abren éstas de par en par, y el cáliz, que contiene ambos elementos, se trae al
pueblo con las palabras: “Con temor a Dios, con fe y amor, acercaos.” Este
punto culminante de todo el servicio se identifica en las mentes de los cristianos
orientales con la resurrección de Cristo.
Comulgan
con la creencia de que comparten la vida resucitada de su Salvador.
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Las palabras
del Señor Jesús, instituyó la Sagrada Eucaristía
en Pacto jueves, en el Cenáculo de Sión, poco antes de su arresto y juicio.
Después de que celebró el rito de la
Pascua de los Judios, se levantó y se lavó los pies de sus
discípulos, como un signo de el arrepentimiento y la preparación, luego se
sentó e instituyó la Pascua
del Nuevo Pacto, que es el Sacramento de la Sagrada Comunión.
"tomó el pan, lo bendijo y lo partió y lo dio a los discípulos y dijo:
Tomad, comed, esto es mi cuerpo ', y luego tomando la copa, y habiendo dado
gracias, lo dio a sus discípulos diciendo: "Bebed de ella todos ustedes,
porque esto es mi sangre del Nuevo Pacto, que es derramada por muchos para
remisión de los pecados "(Mateo 26:26-28), y nuestro maestro de San
Pablo repite las mismas palabras en 1 Corintios (11:23-25).
El domingo
es el día de la Resurrección
El fondo, nos está invitando a una gran fiesta: la fiesta
de su amor, la fiesta de la Pascua y
encontrar los primeros frutos de su cosecha.
Josué y el pueblo de Israel experimentan la alegría de alcanzar la tierra que Dios les había prometido. Alcanzar esas tierras no ha estado exento de sacrificios, ni de fracasos ni de “vueltas a empezar”.
Nuestro camino del éxodo cuaresmal puede resultarnos, a ratos, largo y trabajoso. Pero toda la liberación lo es. Dios quiere liberarnos de nuestras comodidades, de nuestras perezas, de nuestra falta de fe y de coraje, quiere liberarnos de nuestro pecado porque, en el fondo, nos está preparando desde la cuaresma para la Pascua. Denominador común de este triple[i] itinerario interdependiente ha sido la cuarentena de días que el Señor quiso cumplir, como dice San Agustín, «para aleccionarnos para la victoria» (In Ps. 60,3).
Josué y el pueblo de Israel experimentan la alegría de alcanzar la tierra que Dios les había prometido. Alcanzar esas tierras no ha estado exento de sacrificios, ni de fracasos ni de “vueltas a empezar”.
Nuestro camino del éxodo cuaresmal puede resultarnos, a ratos, largo y trabajoso. Pero toda la liberación lo es. Dios quiere liberarnos de nuestras comodidades, de nuestras perezas, de nuestra falta de fe y de coraje, quiere liberarnos de nuestro pecado porque, en el fondo, nos está preparando desde la cuaresma para la Pascua. Denominador común de este triple[i] itinerario interdependiente ha sido la cuarentena de días que el Señor quiso cumplir, como dice San Agustín, «para aleccionarnos para la victoria» (In Ps. 60,3).
Los
ortodoxos no se arrodillan durante las seis semanas que siguen a la Pascua,
y la música y los himnos reflejan la triunfante resurrección del Salvador.
La Iglesia
rusa celebra los maitines de Pascua a medianoche, y la atmósfera especial
de júbilo creada en esa ocasión no tiene paralelo en la experiencia de otros
cristianos. Presenciar este servicio es darse cuenta de por qué la Iglesia ortodoxa
es descrita a veces como la Iglesia de la Resurrección.
Para
los ortodoxos, revelan la última finalidad de la creación: ser templo del
Espíritu Santo; y manifiestan la realidad de ese proceso de transfiguración del
cosmos que empezó el día de Pentecostés
que gradualmente se extiende a todos los aspectos de la vida terrenal. La casa,
o de viaje, en las horas de peligro o en los momentos felices, un ortodoxo
desea ver iconos, contemplar a través de estas ventanas el mundo que hay más
allá del tiempo y el espacio, y asegurarse de que su peregrinación terrenal es
únicamente el principio de otra vida diferente y perfecta
Esta
íntima interdependencia entre el venerador y los iconos explica preferencia de
los cristianos orientales por los edificios circulares y la necesidad de una
cúpula para completar la visión de la iglesia que subyace la liturgia ortodoxa.
Esta liturgia se concibe como acción corporativa, y el propio edificio es una
imagen del cosmos. La cúpula
representa la bóveda celeste y contiene la imagen de Cristo Pantokrator, el
dirigente y redentor.
Dentro de unos días celebraremos una vez
más la Pascua de Resurrección, pero, debemos cuestionarnos si esta celebración
futura tiene sus raíces en un proceso de liberación. Si llegamos a la noche de la Pascua
igual que como empezamos la Cuaresma, encadenados a nuestras faltas, sometidos
por nuestra soberbia y nuestras pasiones, entonces la celebración de la misma
no tendrá el sabor de fiesta, sino de retorno a la cárcel de nuestras bajezas.
La conversión es
un cambio de vida. Pero no es un cambio
de vida superficial, aparente y mezquina.
Una cosa que debemos tener siempre clara es que nuestro cambio de
actitudes procede, únicamente, cuando nos sabemos amados y aceptamos ese amor
con alegría y esperanza. El amor renueva, recrea, nos hace criaturas
nuevas. De eso es lo que nos habla San
Pablo en su Segunda Carta a los Corintios.
Si realmente vivimos en Cristo, si realmente estamos con
Él, nuestra vida no puede ser la misma de siempre. Si estamos en Cristo nuestro pasado es eso:
pasado….…pero nosotros somos criaturas nuevas.
[i] , la Cuaresma que nosotros
celebramos es una síntesis de un triple itinerario ascético y sacramental: la
preparación de los catecúmenos al bautismo, la penitencia pública y la
preparación de toda la comunidad cristiana para la Pascua.
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