El otorgamiento.
El ágape, amor de principio y sacrificial
en la comunidad cristiana
(primera parte)
Por Estephanos,
colaborador
Introducción:
En el
encuentro con Dios, al realizar la creación de la nada, su obra obedeció
instantáneamente. La Madre Angélica fundadora de los franciscanos de la Verdad
Eterna dice que: “somos una raza
extraña”, nos cuesta ver a Dios, y no nos contentamos, sólo vemos lo que
queremos. Desde hace miles de años, los intentos del humano de aceptar la
voluntad de Dios a fracasado. Hay antecedentes de personas de buena voluntad
que buscaban al Dios verdadero, en un monoteísmo alejado de lo mágico, por
ejemplo el faraón….y personas que incluso predicaban en Roma, en Jerusalén con una doctrina mezclada con lo esotérico y
gnóstico. Incluyo las leyes civiles tiene su origen en los fines esenciales del
hombre es decir inscrita en la conciencia, en el cumplimiento moralmente obligado.
Estos fines han sido señalados al hombre por su
Creador. Le son dados con su naturaleza y se le ha de pedir cuenta por Dios de
cómo los haya cumplido: por ello puede decirse que el derecho tiene, en último
término, su origen en Dios. En la 1 carta de San Pablo a San Timoteo capitulo 5, versículo 6, se utiliza la palabra “thnesko” que
metafóricamente denota pérdida de la vida espiritual. Para evitar ese
deterioro, contamos con la ayuda de los sacramentos, en especial la Divina
Eucaristía.
Nótese que el fin es aceptar
la voluntad de Dios, que es lo que mas nos conviene, para nuestro beneficio e
instrucción y vida de bendición, el adorar a Dios es un fin en si mismo y es
inseparable de la alabanza y adoración.
El Dios que se hace cercano a nosotros y se deja atrapar
En el amor del antiguo testamento
El Dios que exige devoción exclusiva y es dueño de un pueblo en este caso
Israel, el mas pequeño e indefenso, les ofrece
un código de ley, un ayo, para saber en como deben actuar en manos de Moisés. Ahora con la autoridad
de caudillo y conductor, Dios lo acentúa
en la protección de la más alta
moralidad al establecer el Decálogo: El es Santo, y exige santidad, además de ejercer
la caridad al forastero, a la viuda, incluso a los animalitos que pastaban, esa
caridad exige que no tendría que haber
pobres en Israel. Eso es recuperar el
"ethos", lo fundamental de la enseñanza de Cristo, esto es: la
ética del amor, predicada por Francisco De la Caridad
En la Nueva Alianza, se
resalta por la Encarnación del Verbo, el
amor de misericordia, que abraza, el
amor es sacrificial, donado y dado por
generosidad del Padre, ese Dios que no se cansa de perdonar y que nos imprime
en nuestra conciencia la ley moral natural para saber lo bueno de lo malo. La obligación de amar a nuestros semejantes
como a nosotros mismos, porque están hechos a imagen de Dios, va más allá,
tomando en cuenta el destino eterno de la persona humana, sólo así se cumple la
verdadera justicia divina, observando el Reino de Dios y sus santas obras, y lo
demás viene por consecuencia, (Comparece
con San Mateo 6,33 y San Juan 15,12-14) superando al antiguo pacto,
cuyas leyes están fundadas meramente en
la naturaleza óntica (que se refiere al ente mismo del hombre), del hombre,
cuya exigencia se satisface dando o restituyendo a cada uno lo suyo. Aquí la
justicia es sin caridad, es retributiva.
Sin embargo Cristo deja, no una
sugerencia, sino un “mandamiento” y es
“nuevo” en el sentido del amor al prójimo,
con la “parábola en acción” del lavatorio de los pies, les enseñase la caridad.
Y este mandato de Cristo es “nuevo,” porque no es el amor al
simple y exclusivo prójimo judío, cómo era el amor en Israel (cf. Lev 19:18),
sino que es amor universal y basado en Dios: amor a los hombres “como Yo
(Cristo) os he amado.” Y será al mismo tiempo una señal para que todos conozcan
que “sois mis discípulos.” ¡Los discípulos del Hijo de Dios que es don de Cristo. Y así la caridad cobra, en este
intento de Cristo, un valor apologético. Tal sucedía entre los primeros
cristianos jerosolimitanos, que “tenían un solo corazón y una sola alma”
(Hechos de los apóstoles 4, 32). Recuperar el concepto de “don”. El mundo
adolece, quiere ya el tener, y la ingratitud no le debe nada a
nadie.
Dios no se olvida de
nosotros, tal vez estemos alejados, enojados, no preparados para recibir lo que
queremos. La paternidad espiritual comienza en casa, en el hogar como iglesia
doméstica, decirle a Dios “te amo y necesito”, las jaculatorias, el rezo del
komboloy. Lo que a Dios no le enfada es
ser exageradamente agradecidos, en el
carisma que Dios ha despertado en nuestro corazón. Ese carisma se riega, se
abona, se cuida del sol, de la sombras para
que reciba la temperatura apropiada. Como sacerdotes reyes y profetas, desde
el bautismo damos la excelencia a Dios que nos pide prestado y nos devuelve con
demasía. El amor que se desprende de la
Iglesia enfatiza una revelación natural en armonía con la Gracia revelada, la
Fe y las buenas obras.
El cansancio, la perdida del
sentido, de la búsqueda, o el preguntarse cual es el sentido de la vida, hace
que uno se pare en una baldosa y se pregunte en su interior ¿estoy agradando a
Dios y como lo hago?
La pregunta sencilla en si,
encierra sinceridad, por que la medida es Cristo, lo que le agrada a Él, no ha nosotros, esa estatura,
la fortalecemos con la armadura espiritual, el yelmo de la salvación, con la
espada del espíritu, la coraza de la fe, para protegerse de los dardos del
malo. En este mundo o mejor dicho la gente, los que se alejan de Dios en una despersonalización, en un individualismo, y espíritu laical…… se implora por una
comunidad que atienda las necesidades espirituales de las personas, respetando
siempre al señor párroco de la ciudad.
La Santa Iglesia como madre
y maestra, obediente, por la mente apostólica y
conciliar del papa y sus patriarcas aceptan la comisión del mandato de dar a conocer a Cristo, y el plan de
salvación. Nuestra primera apóstol es la mujer Samaritana, que creyó y dió un testimonio
convincente en la roca de la fe de los discípulos, la de la Virgen María Doncella estuvo siempre al lado de la Cruz: “Hagan lo
que El les diga”, la del Centurión romano, que se contentó con aceptar su limitación
e impotencia y reconocer ante quien estaba “El Maestro”, las palabras al maestro “ordena
y se cumplirá”, nos llena de admiración, la de
la sirio fenicia que rogó de lo mas profundo, por una curación y el Señor la escuchó y le
concedió su pedido, muy pocas veces el Señor no se queda con la palabra última. La aceptación del mensaje del Kerigma indica
de antemano la universalidad de la Iglesia.
Siempre los milagros y
signos que como prodigios realizaba el Señor, es para conformación del
cumplimiento del antiguo pacto. La dirección vital y práctica constituye el
rasgo característico de la sabiduría instructiva del Antigua Alianza
Pero lo más importante es oír
el Evangelio y aceptarlo. Lo que salva
es oír la palabra y aceptar a Cristo como salvador, es la primera función ministerial,
para recibir el santo bautismo y sacramentos. Las sagradas Escrituras ven la verdadera sabiduría en una humilde
devoción a Dios ante pesados sufrimientos sin culpa, y en la comprensión, que
es imposible conocer los caminos Divinos.
“Desnudo salí del vientre de
mi madre, y desnudo volveré ahí. Dios dio, y Dios quito, se el nombre de Dios
bendito... recibiremos de Dios el bien y el mal no lo recibiremos?” (Job. 1:21,
2:10). Así
es la sabiduría del virtuoso Job. Pero no hay sabiduría en las construcciones
dialécticas y lógicas de sus amigos; y justamente no hay, porque ellos con
aplomo se consideran capaces de comprender los pensamientos de Dios. Ellos
tienen lo que se puede llamar el racionalismo sobre la base religiosa. Les fue
dicho, de pedir perdón a Dios, a través de Job.
Aprendemos que el amor que se propaga en el evangelio tiene como fin sacar a luz la misericordia, a diferencia del amor del Antiguo Testamento que era jurídico y legalista en la idolatría de Israel
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